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Los pacientes críticos son complejos y tienen un alto riesgo de muerte. Por estas razones –aunque no son las únicas–, los esfuerzos multidisciplinarios del equipo de UCI deben ejercerse de forma colaborativa –cada uno con su conocimiento específico y propio–, para preservar la vida. Sin embargo, la fisioterapia va más allá y busca no solo resguardar la vida, también mejorar el estado funcional. La literatura muestra que los pacientes que regresan a sus hogares después de una estancia en la UCI, presentan déficits funcionales severos, tienen peor calidad de vida y mayor riesgo de reingreso. El Síndrome Post Cuidados Intensivos (PICS) es uno de los temas más debatidos en la actualidad en congresos y artículos, incluso en las redes sociales científicas, que son foros de discusión cada vez más relevantes. El fisioterapeuta, por tanto, debe entender que la eficacia del tratamiento aplicado al paciente crítico, depende de una prescripción individualizada basada en una lógica fisiológica y fisiopatológica y en conceptos más amplios, que abarcan desde conceptos físicos (como la dinámica de fluidos y gases, la termodinámica, etc.) hasta conceptos complejos derivados de la ingeniería de materiales, como el estrés, la deformación y la tasa de deformación, muy utilizados en artículos que tratan sobre la lesión pulmonar inducida por ventilación mecánica. El avance del conocimiento ya no permite que solo conceptos básicos, con aplicabilidad restringida, puedan orientar conductas fisioterapéuticas, más aún en pacientes críticos. De los cubículos relativamente tristes y medianamente equipados de las UCI de antaño, emergió con notable fuerza la “Fisioterapia Intensiva” como una práctica profesional necesaria para apoyar la función cardiorrespiratoria que luego se extendió por razones obvias a la intervención en labores de recuperación del Movimiento Corporal Humano, casi siempre comprometido por razones de reposo obligado o prescrito, inmovilidad y desuso, una triada letal que impacta negativamente en la funcionalidad del individuo internado en UCI y que deja secuelas de gravedad variable, algunas veces de larga duración.
Actualmente las unidades de cuidado crítico han cambiado. Se advierte el impacto de la tecnología en el utillaje de apoyo, en el desarrollo de nuevos fármacos, en el advenimiento de sofisticados medios de monitoreo y seguimiento, en las fantásticas habilidades de los ventiladores modernos y, tal vez lo más importante, en la formación juiciosa y rigurosa de la totalidad de miembros del equipo de trabajo, puesto que la UCI privilegia el trabajo en equipo y es claro que este debe ser el mejor, casi invencible. No cabe duda de que la práctica exitosa del cuidado crítico es resultado del trabajo en equipo. Aunque muchas actuaciones de cada uno de los miembros del conjunto son particulares, todas se orientan a objetivos comunes; así por ejemplo, un paciente crítico que exhiba dentro de su evolución clínica un problema tan frecuente como la hipoxemia, exige a cada participante en su cuidado, un proceso diagnóstico propio (diagnóstico médico, diagnóstico fisioterapéutico, diagnóstico de enfermería, entre los habituales), del cual se deriva un plan de intervención propio de cada profesión participante, en el que se privilegia el manejo interdisciplinario, que supone la existencia de disciplinas conexas y con relaciones definidas que impiden realizar actividades de forma aislada, dispersa y fraccionada; además condiciona el trabajo en equipo dejando de lado la superposición de especialistas, puesto que el objetivo común y principal en la UCI es la recuperación y el egreso exitoso del paciente, en las mejores condiciones de funcionalidad alcanzables. Es decir, el problema abordado por el grupo de trabajo es manejado de manera integral, es diagnosticado, analizado y, por qué no, resuelto gracias a la intervención mancomunada, articulada, coherente y bien ejecutada desde una perspectiva colectiva que integra las teorías, experiencias, instrumentos y evidencia científica de cada profesión participante.
La Fisioterapia Intensiva no es ajena al desarrollo del cuidado intensivo. Es ahora un alfil poderoso e indispensable que lucha sin descanso por la recuperación del paciente; se ha rebasado ya el concepto de rehabilitación que, por supuesto, no se ha olvidado puesto que esta comienza, paradójicamente, en la unidad de pacientes agudos que luchan contra la muerte. En la fisioterapia en la UCI cobra capital importancia la tríada teoría-experiencia-evidencia, razón por la que publiqué en 2012 la primera edición de un texto con ese título, en el que se consignaron los aspectos más relevantes de la Fisioterapia intensiva. Ahora el conocimiento se ha multiplicado, en parte debido al desarrollo natural de la ciencia y el arte de la fisioterapia y, en parte, por la aparición de la pandemia desatada por el SARS-CoV-2, que puso en jaque a la humanidad con el nombre de COVID-19. Todos esperamos que no sea un jaque mate y que la ciencia triunfe sobre la desgracia.
Esta segunda edición de Fisioterapia en la UCI. Teoría, experiencia y evidencia, se ha construido pensando proactivamente. Es una obra más amplia; contiene 68 capítulos y seis apéndices que abordan de manera didáctica el espléndido y fascinante mundo de la fisioterapia intensiva, con el objeto de poner esta práctica en el pedestal inamovible que se merece, por el bien de estudiantes, profesionales en ejercicio y, sobre todo, de nuestros pacientes.